martes, 30 de agosto de 2011

La inteligencia de las mujeres

Tomado de Roberto Arlt, «Antipatía», Aguafuertes,
1.ª edición, Buenos Aires, Losada, 1998, vol. II, pág. 309

Comentario de Sergio León Gómez

Demoledora imagen del género femenino la que nos ofrece Arlt en esta Aguafuerte en la que pone de manifiesto la lucha de sexos a la que se ven abocadas las parejas. Este enfrentamiento parece inevitable en una sociedad de apariencias e intereses en la que los seres humanos son instrumentalizados. No se libran las mujeres de su brutal análisis, en cuanto ellas participan de un juego cuya finalidad es mantener el orden establecido, a través de la institución del matrimonio. Víctima o verdugo, Arlt rechaza este tipo humano convencional, quizás porque aspira a una pureza imposible en un mundo degradado por la ambición y el afán de progreso.


«La mujer tiene una antipatía instintiva por el hombre inteligente. Sabe que podrá engañarlo relativamente. Sabe (y eso, sin que les hayan enseñado, son más advertidas que el hombre) que el individuo inteligente es su enemigo, que la sondeará tanto y tanto hasta que toda la apariencia de que está revestida se va a desmoronar, y de allí que una mujer, cuando se encuentra en presencia de un individuo que sospecha poco común, calla y lo observa. Su sistema es callar. El otro habla, se descubre; ella observa. ¿De qué modo puede engañarse a ese hombre? ¿De qué manera se le puede destrozar el alma, dominarlo, hundirlo, moverlo como un fantoche?
Lucha endemoniada y curiosa.
Aquello que comenzó como un insignificante «programa»; la muchachita que de primera intención usted juzgó equivocadamente, despacio va desenvolviendo su carácter terrible, mostrando las uñas; y si usted es un imbécil, ella juega con su alma como el gato con el ratón.
Claro está que ese juego fracasa con un individuo medianamente observador. Usted lentamente irá anotando las contradicciones, las mentiras pequeñas o grandes, acumulando pruebas que un día dan como resultado un conjunto negativamente psicológico, y la mujer lo sabe. De allí que esas muchachas que por las calles vemos acompañadas de solemnes marmotas, no son tan tontas como creemos. No, amigo. Son vivísimas. Demasiado vivas, siempre que encuentren a un gilito, como dicen ellas.»

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